Módulo 2. El largo camino hacia la igualdad

El color púrpura (Estados Unidos, 1985, 145´) es un melodrama sobre la doble discriminación que vivían y enfrentaban las mujeres negras en los años 20 del siglo pasado. La película está basada en la novela homónima de la activista estadounidense y feminista Alice Walker.

Esta es una historia sobre el empoderamiento individual y colectivo de las mujeres, ambientada a principios del siglo XX, se centra en la vida de Celie, una joven muchacha afroamericana de 14 años y está embarazada de su propio padre. Partiendo de este momento, se cuenta su difícil existencia durante los siguientes treinta años. El padre de Celie la vende en matrimonio a un hombre que la maltrata tanto física como psicológicamente y la tiene esclavizada durante la mayor parte de su vida, en los que es separada de su hermana Nettie, que acompaña a unos misioneros a África.
A pesar de estar ambientada en principios del siglo XX, esta dura historia refleja las crueldades por las que, aún hoy día en ciertas partes del mundo, las mujeres se ven sometidas en las que no deciden sobre sus matrimonios, que son acordados entre familias incluso estableciendo cantidades económicas, lo que lleva a niñas a ser casadas con hombres muchos mayores contra su voluntad.
Profundizando un poco mas en las metáforas del film:
El filme arranca con un plano sobre unas flores rosas que se va abriendo hasta mostrarnos a unas niñas negras que juegan alegres y despreocupadas en un campo soleado y florido. Es la imagen de la felicidad total. Pero esta idílica situación se truncará pronto por la llegada del padre, quien introduce una violencia que constituirá la columna vertebral de todo el relato. Este planteamiento, unido al hecho de que la película esté protagonizada por negros en Estados Unidos, puede llevarnos a la idea de que asistimos a una historia de liberación del oprimido frente al opresor. Incluso, viendo que la violencia emana de la familia, podríamos aventurar una crítica despiadada contra esta institución.
El problema no es la institución familiar, sino una mala concepción de ella. La familia no es mala; lo malo son las malas familias. Así, los hijos de Celie, tal como le cuenta su hermana, son felices, pues crecieron en una familia rodeados de cariño, y es ella misma la que, azares de la vida, se encargó de cuidar de ellos. Por otra parte Sofía encontrará la felicidad en el reencuentro con sus hijos durante la Navidad, todos juntos alrededor de la mesa bajo la sombra protectora y callada de Celie.

Todo ello queda perfectamente expuesto en la historia de Sofía. Mujer independiente y segura de sí misma, su rebeldía la conducirá a la destrucción física y moral. La agresión al blanco no sólo le acarreará tortura y cárcel, sino que acabará además siendo criada de su agresor y, lo que es peor, separada de su familia. Pero si eso no fuera suficiente, ni siquiera le resta la dignidad del pensamiento libre: en un momento de desesperación de Celie, le dice: «No lo haga Señora Celie, no vaya a pasar usted también por todo lo que he pasado yo».

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